Símbolo del templo de Jano - el eje del mundocombinación de los tres ejes fundamentales
El templo de Jano, debido a las características mistéricas de su culto, se respetaba como lugar de iniciación y conocimiento para sus devotos. El dios era el protector de los astrónomos y de los arquitectos, practicantes de disciplinas que, en la tradición, han estado ligadas y comparten un carácter iniciático. El camino que conducía hasta su templo, un sendero de uso exclusivo peatonal, era la representación de un camino de iniciación a misterios y conocimientos interiores, que ligaban al devoto con el cosmos. Este sendero recibía el nombre de "Callis Ianus" (sendero de Jano) y era utilizado como camino de culto e iniciación personal. El ritual comprendía que, al final del camino, el devoto se introducía en el templo por la puerta de oriente, realizando un recorrido que rodeando la imagen del dios, salía del edificio por la puerta de occidente. De esta forma, purificaba su espíritu al contacto directo con el eje del mundo. El templo del Argiletum no fue el único lugar donde los romanos adoraron a Jano. Al otro lado del Tiber, un altar fue dedicado a este dios en la colina de Ianus (Ianiculum). Un segundo altar fue erigido sobre la colina Oppius, que desempeñaba un papel principal en las ceremonias de iniciación cuando los niños se hacían hombres. El cónsul Marcus Duillius construyó un templo sobre el Mercado de la Verdura (el Foro Holitorium), después de su victoria naval de Mylae (260 a.C.). Fue reconstruido más tarde por el emperador Tiberius. En este templo, doce altares fueron erigidos y dedicados a los doce meses. También existió el Arco de Ianus. El Arco de Jano, en latín Ianus Quirinus, es un antiguo cuádruple arco romano que se encuentra en la ciudad de Roma, concretamente en el Foro Boario, muy cerca del Arco de los Argentarios. Es uno de los escasos arcos romanos que se conservan en Roma.
Arco de Jano. Al fondo se encuentra la iglesia de San Giorgio al Velabro
Para Jano no hay presente; el presente es apenas el fugaz instante que divide lo que se fue de lo que viene, sin fijarse ni detenerse en ninguno de los dos. Por todas estas razones se le otorga en enero el mes de culto. Para enero tampoco hay presente: una cara recuerda el año transcurrido, y la otra cara es esperanza de lo porvenir. Quitemos de nosotros la mala imagen de Jano: dos rostros no son indiferencia. Dos rostros no son ignorancia de fines y principios. Dos rostros no son ambigüedades… Dos rostros son dos posibilidades y no ninguna, que desgraciadamente solemos confundir dualidad con nulidad, en cuanto preferimos aparecer sin rostro alguno, desfigurados como el fútil instante del presente. Dos rostros tiene enero, y como enero la vida entera: la suma de todo lo hecho, y la responsabilidad de todo lo que aun resta por hacer.
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